Mar Mezcua tenía 13 años cuando una vez, estando en su casa mirando un documental en la televisión sobre el universo, vio que hablaban de los agujeros negros. Lo que vio la fascinó e inmediatamente le dijo a su madre: “Eso es lo que quiero hacer. Quiero estudiar los agujeros negros. Quiero ser astrofísica”.
EscucheA partir de ese momento todos sus estudios fueron orientados en pos de su objetivo. Estudió física, después hizo un doctorado en Astrofísica y después un primer posdoctorado en las Islas Canarias, y un segundo posdoctorado en la Universidad de Harvard, y desde hace algunos meses se encuentra en Montreal haciendo un tercer posdoctorado en la Universidad de Montreal. Todos sobre los agujeros negros.
Un agujero negro es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente grande como para generar un campo gravitatorio de tal intensidad que ninguna partícula ni radiación electromagnética, incluyendo la luz, puede escapar de ella.
Imaginemos, en términos más prosaicos y beisbolísticos, a un lanzador de béisbol capaz de lanzar la pelota a la velocidad de la luz, que es la velocidad más rápida hasta ahora conocida, es decir 300.000 kilómetros por segundo. Pongamos ahora ese lanzador en un agujero negro y le pedimos que lance la pelota al vacío a esa velocidad. La fuerza de gravedad del agujero es tan intensa que la pelota, aún lanzada a la velocidad de la luz, no se puede escapar de su campo gravitacional. En otras palabras, ni siquiera la luz se escapa de un agujero negro.
Pablo Gómez Barrios conversó con Mar Mezcua sobre estos misteriosos cuerpos celestes del universo, de los cuales existen tantos que es imposible contarlos. Al menos en términos aritméticos, pero con ella se los vamos a contar de otra forma.
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