Las operaciones de rescate se llevan a cabo en Luisiana, en el sur de Estados Unidos, donde se registran inundaciones sin precedentes, con un saldo de 11 muertos y al menos 40.000 viviendas dañadas, según el balance realizado por las autoridades.
Más de 20.000 personas y 1.000 animales domésticos fueron evacuados de las zonas afectadas por las inundaciones calificadas como históricas por el gobernador del estado, John Edwards.
Los refugios de urgencia albergaron a unas 8.000 personas para pasar la noche del lunes, ya que sus casas quedaron anegadas por las aguas.
Las autoridades llegaron a considerar la posibilidad de declarar un toque de queda en las zonas más castigadas por el fenómeno.
Las previsiones varían según las zonas, ya que en algunos sectores las aguas desbordadas comenzaron a retroceder, mientras que otras áreas registran aún la crecida de los flujos y la posibilidad de más precipitaciones aún no ha sido descartada.
El agua caída se mide en varios centímetros y en algunos casos se ha batido el récord de precipitaciones, como en la localidad de Abbeville, donde la marca mayor databa de hace 125 años. Entre el viernes y sábado últimos, la población recibió 42 centímetros de lluvias.
El presidente Barack Obama declaró el estado de catástrofe natural, al tiempo que el martes se agregaron zonas a la nómina de localidades elegibles para recibir una ayuda financiera federal.
Numerosas familias han perdido el contacto con sus allegados, ante la suspensión del servicio telefónico en varios sitios, como consecuencia de los daños que las aguas provocaron en la red de comunicaciones y de suministro eléctrico.
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