Iniciativas como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte privilegian a las corporaciones, sin necesariamente resultar en algún beneficio real para las poblaciones de las naciones participantes.
Contrariamente a lo que sus nombres pueden indicar, esos tratados de libre comercio no buscan abrir fronteras, sino proteger la inversión de las multinacionales, con la resultante pobreza, desigualdad, flexibilización laboral y austeridad, que siempre acompañan al liberalismo comercial.
Una de las críticas habituales a este tipo de acuerdos es que su contenido se negocia y discute a puertas cerradas, sin la participación de los numerosos sujetos que luego verán sus vidas afectadas por los mismos. En caso de conflicto, los esquemas legales de cada país pierden fuerza, ante el surgimiento de mecanismos supranacionales que se arrogan la última palabra.
Los recursos naturales, las comunidades indígenas y los derechos humanos son las principales víctimas del libre comercio.
Es por eso, que no todo el mundo está en desacuerdo con la idea del flamante presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de renegociar el TLCAN.
La coalición Fronteras Comunes, que agrupa a organizaciones sociales, sindicatos y grupos ambientales, creé que es hora de descartar el convenio presente e instaurar uno nuevo.
Pero rechaza el tono xenófobo impreso por el nuevo mandatario y brega por un paradigma nuevo de libre comercio, que tome en cuenta las condiciones laborales de los trabajadores, los derechos humanos, el medioambiente y la voluntad de los pueblos originarios.
La posibilidad de una renovada guerra de aranceles, la defensa de la industria nacional y la debilidad de la posición canadiense para encarar cualquier tipo de acuerdo…
Más detalles en la siguiente entrevista de Raúl Burbano, de la coalición Fronteras Comunes, con Luis Laborda.
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